Existe una delgada línea entra ser férreo, fuerte, jugar con pundonor y valentía, a caer en la torpeza, la inocencia y la debilidad mental, pues al calor y la emoción del juego tienden a nublar las mentes carentes de ideas.
Eso pasó la última vez que nos vimos las caras en Liga, estabas sufriendo ante mis embates, como es costumbre, cuando al 37′ en una jugada torpe y sin sentido, se te hizo fácil dejar los tachones arriba, tu emoción imprudente de frenar la jugada, de frenar a quien te estaba haciendo ver mal.
Fue allí, cuando al ver el resultado de tu impertinencia, tu semblante cambió, donde tus piernas temblaron y donde tu voz entrecortada pedía perdón. ¿Dónde estaban tus festejos, tu garra, tu fuerza tu temple, tu liderazgo? Si no podías ni armar una frase del miedo que sentías.
Mas aún cuando desde la otra punta del campo, mi leyenda te plantó cara, defendiendo a un hermano que habías lastimado, tu rostro lleno de temor lo decía todo y aunque hace unos días, te hayas hecho de palabras con un extranjero popular, sabemos que en ese momento ese 28 de septiembre aún lo recuerdas en lo profundo de tus pesadillas, pues allí nos dimos cuenta de tu falsa valentía.