Tú, acérrimo rival, tuviste una época gloriosa, una en que tu etiqueta de equipo grande era simplemente indiscutible. Eras el más digno rival que se podía tener para un “Clásico”, incluso te ganaste el mote de “el Campeonísimo” por aquellos años dorados en los que conquistaste casi todo.
Entre 1956 y 1965 alcanzaste 7 de tus 12 títulos de liga; cuando se apagó esa época de bonanza tuya, justo un año después en la temporada 65-66 nosotros conquistamos el primer título que se nos contabiliza, pues las 4 estrellas previamente conquistadas que enriquecen nuestra historia y palmarés no cuentan para las estadísticas “oficiales”.
¡Ay Rebaño! Tú y yo somos tan diferentes, nuestra etiqueta de ‘equipo grande’ se reivindica constantemente a costa de resultados, hazañas y títulos. Desde que se extinguió “el Campeonísimo” llegamos nosotros y conquistamos las 13 ligas, mientras que tú has podido coronarte en sólo 5 ocasiones más.
Hoy para “Campeonísimo” sólo uno, el Club América, ese que no ha soltado el protagonismo ni siquiera en las épocas más duras de sequía o de identidad futbolística, ese que durante los últimos 55 años ha dominado el panorama del futbol mexicano con amplitud, ese al que has visto coronarse y dar la vuelta en primera fila en la Temporada 83-84 en aquella “Final del Siglo” la más dolorosa de tus tardes.
¡Somos muy diferentes! No lo digo yo, lo dicen nuestros números que arrojan insalvables diferencias, en cuanto a “Clásicos” ganados, títulos conquistados, y demás estadísticas que se tengan que se pongan sobre la mesa.
Reconozco la grandeza de aquella parte de tu historia, pero desde 1966 a la fecha, tú, mi querido rival más odiado, vives a mi sombra.