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Linaje Águila

La historia del América, llena de momentos gloriosos y hazañas deportivas, le ha convertido en una tradición nacional que se transmite de generación en generación. Uniendo o dividiendo, según el caso, a millones de mexicanos dentro y fuera de las fronteras nacionales. Y como tal, es considerado uno de los cuatro grandes del fútbol, con una bella y entregada afición, que semana a semana exige el máximo de su equipo.  Otras hinchadas de la Liga MX, estaría contentas con las victorias y resultados de su equipo pero los americanistas, no. Esa historia, exige forma y estilo, algo que no se observa durante el apertura 2018.

 

Se jugó la jornada 8 del torneo, y el equipo se encuentra entre claro-oscuros muy marcados de un encuentro a otro.  No convence, ni luce. Por momentos carece de idea futbolista o un estilo definido. La efectividad del contragolpe, situación de juego que no desagrada al técnico, tomando en cuenta las individualidades del grupo de jugadores, disimula en gran medida el actuar del equipo, porque ha pesado considerablemente equilibrando la balanza a favor, durante este torneo. Y no es que esa verticalidad, que por momentos muestra el conjunto, desagrade. Si no todo lo contrario, es un arma fundamental del fútbol moderno. Ser eficiente y efectivo, mediante transiciones explosivas aprovechando las individualidades, es indispensable. La cuestión es que, esa verticalidad, no es una constante partido a partido. No es producto de un estilo único de juego. Los azulcremas, esperamos que nuestro equipo sea dueño del balón. Que marque el ritmo de juego y explote las debilidades del rival, intercambiando la posesión de esférico según convenga.

 

Lo cierto es que falta sincronización, el equipo no se encuentra y da la impresión que se extraña a ese  jugador que asuma la responsabilidad, tome el balón y marque diferencia cuando los partidos se tornen complicados. Ese rol que se espera del francés, Jeremy Ménez, fuera de las canchas por lesión, moviendo los hilos del cotejo. Decidiendo si conviene retener el balón, realizar un cambio de juego o catapultar la jugada con un pase.  La cuestión no pasa por falta de entrega, porque de eso el equipo tiene de sobra. El claro ejemplo, Oribe Peralta, que suda la camiseta de principio a fin, presionando la salida del rival y  reencontrándose con el gol o el sacrificio y los excelentes  recorridos de Guido, pulmón del equipo, esencial en la distribución del juego.  El incansable recorrido de Renato, que a base de esfuerzo físico, va y viene por la banda derecha y a perfil cambiado. El equipo ha salido adelante gracias a las individualidades y entrega pero es necesario retomar los conceptos básicos del juego, trabajar la salida con balón controlado, implementar jugadas de atracción y cambio de ritmo. Se debe defender y atacar con la posesión y distribución del  balón. Ojalá que el parón por fecha FIFA, se aproveche en ese sentido. Que se trabaje la identidad del equipo haciendo honor a nuestra historia, cuidando, las formas y el estilo.

Por: Jorge Flores

Categories: El Editorial
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