El 5 de diciembre de 1992, una leyenda entraba al terreno de juego; era la Fecha 18 de la Temporada 1992-93, América enfrentaba a León y Miguel Ángel “el Zurdo” López haciendo honor a su nombre, se disfrazó de artista y emuló “La Creación” en este caso él no pintó, pues él no era Buonarroti, el lienzo no era un fresco de la Capilla Sixtina, sino la verde grama del Nou Camp leonés.
La creación de Michelangelo “Zurdo” López, nada tenía que ver con Adán, pero sí poseía un mítico nombre, el nombre del último Tlatoani de Tenochtitlán; aquella tarde, con 18 años de edad se creó el primer paso de la leyenda, debutó el último Tlatoani de Coapa.
Corría el minuto 37 del encuentro y Raúl Rodrigo Lara abandonó la cancha para dar paso al incipiente mito, ahí nació para nosotros, para todo el americanismo una de las leyendas más entrañables de su historia. “El Zurdo” jugó a ser un “Miguel Ángel” del fútbol y sin saberlo creó a nuestro Adán, pero éste era uno distinto, no nos embelesó con la perfección de su anatomía, pero sí con la de sus trazos en el terreno de juego.
Heredó de su homónimo la valentía para comandar a su Imperio en el terreno de juego, y del homónimo de su entrenador debutante, la clase y el arte para cincelar y dibujar un futbol digno de exposición en una galería.
Aquel partido del debut marcó un hito, no por el intrascendente empate a un gol a los pies del Cerro del Cubilete, sino porque en la tierra donde “la vida no vale nada” inició su trayectoria profesional un “Divo” mexicano cuyo futbol se grabó con tintes áureos en nuestras retinas como si de una obra de arte se tratara.