Una de las grandes personalidades que recordaré en el futbol mexicano, es Ricardo Antonio La Volpe. Sí, el mismísimo técnico que marginó a Cuauhtémoc Blanco del Mundial de Alemania 2006 y que recientemente anunció su retiro como técnico de un equipo profesional.
Ante los ojos del americanismo e incluso, de los que no lo son, fue una injusticia dejar fuera de la justa mundialista al mejor jugador mexicano de ese momento.
Desde aquel bochornoso y desagradable episodio, lo aborrecí.
Mi rencor hacia La Volpe creció con cada actuación del ‘Cuau’ en el América. Pero mi lado más profundo como amante al futbol, nadó contra corriente. ¿Por qué? En ese momento no lo supe y tardé en encontrar la respuesta.
Casi una década después, Ricardo La Volpe fue bendecido con una segunda oportunidad al frente del América en una temporada tan importante, como fue la del Centenario. El golpe a mi orgullo estaba consumado.
Caímos en semifinales de la Copa MX ante nuestro acérrimo rival, las Chivas. Y a pesar de que el rumbo del equipo fue incierto, La Volpe logró meternos a la final ‘navideña’, la historia todos la conocemos.
Un porcentaje de culpa por aquella dolorosa derrota se la achaco a Ricardo La Volpe, pero nuevamente mi lado profundo no me dejó aborrecerlo aún más.
La carrera del Bigotón vino a menos como todo en la vida, pero hoy que volteo al pasado, puedo notar que dejó una escuela que algún osado bautizó como “el Lavolpismo”, y del cual Miguel Herrera se identifica.
Los números son fríos, un sólo título como timonel pero la estadística no dirá quién fue Ricardo La Volpe, porque en el recuerdo queda el Atlas del 99, el ojo clínico para cazar talentos, pulirlos y llevarlos a lo más alto como Márquez, Juan Pablo Rodríguez, Zepeda, Osorno, el Potro Gutiérrez, Salcido, Guardado, Álvarez, Lainez, entre otros. El futbol vistoso de sus equipos, que hasta Pep Guardiola reconoció cuando militó como jugador en nuestro país. Y por supuesto, aquella Copa Confederaciones en el 2005 con México.
La soberbia, el ego, la prepotencia lo llevaron a chocar con dos de los máximos ídolos del fútbol mexicano -Hugo Sánchez y Cuauhtémoc Blanco-. Su personalidad fue su mayor pecado, pero a la vez su más grande cualidad. Algunos lo recordarán con un sabor agridulce como yo, que nunca perdonaré su decisión en un mundial respecto al ídolo americanista.
Siempre fue un deleite oírlo como aquella frase que lanzó con un toque de ironía y a la vez un alto porcentaje de sinceridad:
“Sin agrandarme, en la estrategia yo robo”, señaló.
Como americanista lo aborrezco, pero…
Como amante al futbol le agradezco por el legado que dejó, y que ni los ciegos dejarán de verlo.