La década de los 90’s fue sin duda una de las más extrañas para el americanismo, después de estar más allá de la cima, de ser amo y señor de la Liga durante los 80’s, la antesala del nuevo milenio fue un momento de sequía de títulos en las vitrinas, aunque el campo nunca faltó el buen juego.
En contra parte un hermano bastante incómodo tuvo, en esta época su palmares más lúcido y espectacular; Necaxa marcaba la pauta dentro de la liga y se convertía en el que para muchos fue el equipo de esa decada regalando a la afición grandes episodios enfrentando a las Águilas.
Se jugaba la jornada 24 de la temporada 95-96, el último torneo largo registrado en nuestro fútbol y el América con un paso constante enfrentaba al los Rayos, quien ya en la primera vuelta se habían impuesto a los de Coapa.
Inicia a rodar la pelota y los rayos se avalanzaban sobre el marco azulcrema, ese equipo de época de figuras iconicas como Aguinaga, Peláez, Ratón Zárate, García Aspe, El Matador, Wolf, Ambriz, Navarro, se enfrentaban a unas fuertes águilas de Omán Biyik, Cuauhtémoc, Zague, Luis García, Kalusha, Del Olmo, Yacuta en un encuentro que prometía sacar chispas; y así lo fue.
Necaxa atacaba constantemente hasta que en un balón mál despejado, dejado a la deriva, Peláez la prende de primera intención y la pone pegada al palo, imposible para el arquero y abriendo el marcador de una tarde anecdotica. Minutos más tarde, ante el desconcierto y la presión de los rayos en pelota de seguridad que se debió de haber dividido Alex Aguinaga de aviva y pone el 2 a 0 en la cancha del Coloso de Santa Úrsula.
El ataque seguía constante y ahora el popar “Ratón” Zárate recibía un cambio de juego como el que tiene adhesivo en los botines, hace un amague, quiebra una cintura y la pone a segundo poste, 3 goles contra cero, parecía que se venía una tarde oscura como pocas para los dirigidos por Carlos de los Cobos.
Ya para finalizar la primera mitad en una jugada de otro partido por parte de los americanistas el colombiano Harold Lozano definía entrando al área para irse 3 a 1 al descanso. Parecíamos levantarnos pero iniciando el segundo tiempo Peláez volvía a vacunar el marco de nuestro equipo.
Todo parecía en contra y enfrente de un equipo de época que parecía imbatible, vino entonces un servicio frontal endeble pero mal rechazado, que tomó el emperador azteca y tocando sutilmente puso un penal en movimiento a Luis García que definió franco para poner el 4 a 2.
En la penumbra del juego, cuando parecía que el marcador del juego era de sentencia condenatoria apareció al águila africana Omán Biyik sin ángulo de disparo sacó un cabeza o certero y José Salgado cuando el juego agonizaba emparejó los cartones en un espectacular regreso para entablar todo a 4 goles.
El árbitro sonaba su ocarina y la afición se congratulaba del gran espectaculo que Águilas y Rayos regalaron esa tarde, evocando en la mente del aficionado sensaciones que hicieron vibrar el alma y sin duda enamorarse más del fútbol.