La noche del miércoles en el Estadio Azteca, sin duda hizo recordar al aficionado muchas sensaciones agridulces. Intentando emular el relato bíblico de David contra Goliat, el equipo guatemalteco se plantó en la cancha de Santa Úrsula con absolutamente nada que perder, todo por ganar y con todo y sus limitaciones futbolisticas metió en apuros a los dirigidos por Miguel Herrera.
Asi, evocando recuerdos amargos podemos recordar varios episodios en que equipos en el papel “pequeños”, futbolistas desconocidos y planteles limitados vienen a jugar contra el América el juego del año, de su carrera, incluso de su vida.
Cómo muchos de ellos, Comunicaciónes fue un rival burdo, soso y hasta inocente, creyendo que con patadas y el arbitraje a su favor podía ganar, en los rostros de esos jugadores sin nombre, sin duda podemos ver reflejados un cúmulo de episodios donde la suerte, el fútbol o el destino le han sonreído para su causa y que sin duda en el marco de un torneo internacional, en el Azteca y contra un equipo historico, salen, dando a su modo, la vida en cada balón.
Pero a pesar de lo anterior, América siempre tendra esa mística de equipo grande, equipo ganador, equipo que a pesar de las dificultades y los vientos en contra saca los resultados. América es un gigante, un gigante poderoso que aunque a veces sea golpeado, en sus venas lleva una sangre que da fortaleza y en su espíritu un hambre de victoria que es difícil de saciar.
Habrá quienes critiquen y minimizen el pase de las Águilas a la siguiente fase, pero sin duda hay que reconocer que todo ese dolor físico de las patadas recibidas, la impotencia de las malas marcaciones, el gigante las tomó y las uso como una piedra más grande, que convirtió en seguridad y fortaleza al momento de llegar a la hora de la verdad y con la que golpeó al David guatemalteco, que ahora tendrá una gran anecdota para relatar cuando regrese a casa.
Cómo este equipo hay muchos que quieren ver caer al gigante, pues para ellos significa más que una victoria, una vivencia eterna. Pero para derribar a este Goliat se necesita mucho más. Así es como América nos enseña una vez más que, sin importar los golpes y las injusticias que se vengan en contra, es un gigante que no se derriba y nos da fuerza para seguir alentando cada vez más.