Quiero expresar mi opinión sobre Messi con una breve analogía. Y ésta tiene que ver con mi escritor favorito.
Ambos argentinos, ambos genios irrepetibles en su ámbito.
A los dos les fue negado el premio más grande que otorga el mundo como reconocimiento a sus obras, como si éstas pudieran ser medidas con números y votaciones.
A Borges (dicen) no le dieron el Nobel por cosas políticas.
Pero sobre Messi hay muchas versiones, una en cada cabeza de este mundo.
“Yo francamente no deseo el Premio Nobel. Los suecos son muy sensibles. Tienen toda la razón. ¿Quién soy yo para compararme con Neruda, con Kipling, con Bernard Shaw, con Bertrand Russell, con André Gide, con William Faulkner? Nadie, evidentemente. Creo que los suecos están en lo correcto. Además, es una especie de ritual bien establecido. He perdido la cuenta de los años: me prometen el premio cada año, se lo dan a otro y ya sé cómo es la cosa. Es un ritual que se repite a sí mismo. Ahora es un hábito del tiempo”.
Claramente Borges no necesitó del Nobel para rearticular la realidad del universo en algunas letras. Como Messi no necesita de una copa para detener o extender los latidos de quienes gozamos del futbol.
Sus triunfos y sus derrotas han pasado a ser un hábito del tiempo.
Y nuestros tiempos futboleros hoy solo pueden tener el apellido de Messi. El irrepetible Messi.