La bola dejo de rodar, momento impensable, antes pensábamos estallaría lo nuclear entre el vecino ricachón y los que comen animales exóticos, pero no, el tiempo es caprichoso y lo que algún día pensamos imposible, se dio, el balón dejo de rodar.
No mas gritos en las tribunas del estadio, no más emociones detonadas en las gargantas de cientos de miles de aficionados, ya sea en casa, en un bar, con los amigos o hasta en la pantalla más pequeña de un celular. La capacidad del fútbol para atrapar un momento de fanatismo hoy se ha declarado sin efecto para apaciguar el síntoma del aislamiento social a un virus que pocos conocemos pero del cual oímos en medios más que nuestro mismo equipo.
Pero acaso nuestra ferviente pasión sería más fuerte que una pandemia mundial, sin pensarlo muy bien, y con mucha irresponsabilidad social, mas de mil, por no decir miles, hubiéramos ido al estadio a alentar a nuestro Club a pesar de lo que se conoce de esta enfermedad. Y ¿Acaso estaríamos locos aquellos que fuéramos a los estadios a pesar de las alertas y recomendaciones? Quizá sí, quizá no. Pero algo estoy seguro, de poder ver el balón rodar nuevamente , muchos sanarían, al menos en el corazón, en el pensamiento, en poder salir de este pánico provocado por nosotros mismos, pánico que nos consume en el pensar, en el movernos, en el hablarnos, en el patear el balón aun en el patio de nuestras casas.
El fútbol en tiempos de coronavirus sin duda nos trae más incertidumbres y dudas que alivio a lo porvenir, pero que importa, si de algo vamos a morir, que el momento me llegue con el jersey de mi equipo y el balón rodando.