Vi un América disfrutar del triunfo a pesar de que ya es costumbre.
El impredecible Darwin nos platicó en la cancha sobre su talento de antaño y ¿qué decir de Silvio?, que en el anonimato encontró un rol secundario pero fundamental al poner 2 veces medio gol, que si lo vemos con una óptica aritmética completó el gol en la suma de ambas mitades. Este rol del 9 argentino me recuerda al de un 9 francés que vestido de blanco le da la esférica a quien la acomoda en las redes en incontables ocasiones. Ojalá sea el caso.
Pero me quedo con Uribe. Destaco al colombiano que se erigió como pilar en la construcción del juego, de piernas firmes e inagotables que otorgaron al equipo un tercer gol de fotografía. Aporta confianza y algunos destellos de talento e ideas. Y sobre todo, que su cuota de tarjetas es mucho menor a la de Guido, un punto muy grande a su favor.
En fin. Vi un América poniendo la crema que le faltaba al estadio Azul para verse completado y para de paso hacer explícita la paternidad que el águila tiene sobre la máquina.